
Cuenta una historia de un peregrino perdido en el desierto muriéndose de sed divisó a lo lejos una vieja choza destartalada, curtida por la intemperie, que producía una pequeña sombra del calor y del desierto. Descubrió con la mirada una vieja y oxidada bomba de agua. Se precipitó, tomó la manija, la accionó una y otra vez: no salía nada. Desilusionado notó que a un lado había una vasija... le quitó la tierra y el polvo y leyó un mensaje que decía: “amigo, tienes que cebar la bomba con toda el agua de esta vasija”.
P.D.: Cerciórate de llenarla nuevamente antes de irte.
Quitó el corcho: vasija casi llena. Tenía que tomar una decisión.Si bebía el agua viviría (un pensamiento excelente) Su objetivo era calmar la sed. Pero si la echaba toda en la vieja bomba, quizás obtuviera agua fresca y en abundancia. ¿Qué hacer?
¿No es acaso ésto un ejemplo de nuestras rutinas? Instrucciones tenues, escritas hace cuánto. ¿Conocemos a Dios lo suficiente? Sus instrucciones nos las impartieron cuando éramos pequeños... ¿Las recordamos?
El peregrino echó de mala gana el agua en la bomba, tomo la manija, empezó a moverla. Rechinar del metal... no salía nada. Comenzó a gotear... mugre, luego goteó agua sucia, luego un pequeño hilo y finalmente un chorro de agua. Llenó la vasija y bebió y volvió a llenarla y a beber.
Luego llenó la vasija para el próximo peregrino, puso el tapón y agregó esta nota: “Créeme que funciona. Lo tienes que dar todo, antes de obtener algo a cambio”. La Reflexión que hoy hacemos es:¿Estamos dispuestos a darlo todo? En mi familia... En mi trabajo... Con mi amigos...
Dios lo dio todo primero: Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
por Francisco Javier Montero Serrano y Ana María Palacio Araujo.
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