23 de septiembre de 2010

Una Protección extraordinaria


El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10
Al considerar cuánto odia el diablo a la gente y cuán decidido está a destruirla, no es extraño, entonces, que haya tanta calamidad y tragedia en el mundo. En realidad es asombroso que no veamos más. Una vez le pregunté al Señor en cuanto a ese asunto, y me dijo que al mundo de las tinieblas le lleva mucho tiempo maquinar las destrucciones grandes. Por ejemplo, veamos el caso de la industria aeronáutica.
Este sector tiene muchos reglamentos y está constantemente en guardia porque le importa mucho la seguridad. A Satanás se le hace mucho más difícil causar desastres en un sector tan regulado como la aeronáutica. Él no puede entrar rugiendo y arrasar con todo en cualquier momento que se le antoje. Si pudiera, se pasaría la noche derribando aviones. ¿Por qué no puede hacerlo? Porque está atado. La Biblia dice que el diablo está ligado a cosas que son comunes al hombre.
El tiene que alinear ciertas cosas en el ámbito natural y humano antes de que pueda poner un dedo sobre alguien y tiene que valerse de personas para llevar a cabo su trabajo. Pero, bendito sea el Señor, no estamos atados a lo que es común al hombre. Somos libres para usar lo que es común a Dios. Nuestras armas no son comunes. ¿Qué significa eso? Quiere decir que deberíamos agarrar al diablo, meterlo en un saco, coserlo, envolverlo y ponerle una cinta.
El diablo no puede asolar su vida a menos que usted le dé lugar. Él no puede entrar y empezar a destruir y a robar a menos que él pueda hacerle caer en el pecado, la duda o la desobediencia. Así que, si él ha estado dándole problemas, pídale al Espíritu Santo que le muestre en cuál de esos aspectos usted le ha dado lugar al diablo; luego, arrepiéntase y deshágase de ello. Una vez que haya dado los pasos antes mencionados, saque las armas que Dios le ha dado y dispare con ambos cañones. Tome la Palabra, la oración y la fe y utilícelas para atar al diablo. Aproveche el poder extraordinario de Dios para mantener atado al enemigo y este no podrá venir contra usted.

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