El pacto de prosperidad
Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.
– Deuteronomio 8:18
¿Cuál es el propósito de Dios al hacer prosperar a su pueblo? ¿Será para que tengamos televisores más grandes o para que compremos casas y automóviles más lujosos? Confirmar el pacto de Dios en la tierra y ayudar a los que están en necesidad: ese es el propósito de Dios en cuanto a la prosperidad.
Algunos me han dicho: "Bueno, hermano Copeland, el ministerio de Jesús era pobre y a Él le iba muy bien". Eso es ridículo. En todo el Antiguo Testamento Dios le prometió bendiciones materiales a cualquiera que anduviera perfecta y rectamente delante de Él. Si Dios no hubiera bendecido a Jesús económicamente, habría incumplido su propia Palabra.
Jesús no fundó ningún imperio material para sí. Pero eso no significa que Él era pobre, sino que fue la persona que más ha dado en toda la historia pasada, presente y futura del mundo, y ya es hora de que empecemos a seguir su ejemplo. Cuando empecemos a dar y a ayudar materialmente a los que están en necesidad, tendremos mayores probabilidades de ganar sus corazones.
¿Qué piensa usted que le sucederá al corazón de una nación hambrienta cuando llegue un avión 747 lleno de alimento, ropa y suministros médicos en el nombre y por el amor de Jesús? El corazón de esas personas se enternecerá y estarán más dispuestos a oír lo que tengamos que decir acerca de Jesús.
No se deje influir por la idea de que no es bueno querer prosperar. No será bueno de su parte el no querer prosperar cuando esa prosperidad puede representar la diferencia entre el cielo y el infierno para millones de personas.
Olvídese de sus propias e insignificantes necesidades. Tenga una mejor visión y propóngase dar para ayudar a los que están en necesidad y para confirmar el pacto de Dios en la tierra. Manténgase firme en la fe y prepárese para tener la mayor prosperidad que jamás haya tenido en su vida.
Deuteronomio 8:11-18
Dios te Bendiga Odille, gracias!
21 de octubre de 2008
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