Dichoso el hombre aquel a quien Dios no le nota culpa alguna y en cuyo espíritu no se halla engaño Salmo 32:2
¡Cuánto hablamos de Cristo! Y decimos que somos cristianos, y quienes nos oyen hablar dicen: “¡Wao, quisiera ser como tú!”, y resulta que lo que decimos es pura fantasía.
¿Por qué sucede esto? Si sabemos que los perjudicados somos nosotros mismos, esto sucede porque nos hemos acostumbrado a vivir de apariencias, demostrando lo que no somos. Es más fácil engañarnos y engañar a los demás, que tomar responsabilidad por nuestras debilidades.
Preferimos dejar oculto aquello que no hemos podido superar para mantener una imagen ya creada delante de los demás, esta imagen es más importante y la cuidamos más que cualquier otra cosa.
Pero no debemos vivir bajo mentira, porque de esta forma jamás será formada Su imagen, porque lo oculto aún permanece obrando en nosotros. Aprendamos que si hablamos de Él, es porque realmente Él vive en nosotros, habiendo sido probados por el fuego, pero siendo aprobados, porque en ningún momento nuestro corazón se desvió de la verdad, manteniéndonos firmes en la profesión de fe sin engaño.
30 de julio de 2009
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